viernes, 11 de febrero de 2011

Atrapada

Era difícil no mirarle a los ojos, aquellos ojos azules que en vez de mar reflectían hielo, un gélido záfiro, un cielo sin nubes, un espejo engañoso.
Recordarlo me hizo temblar, reprimiéndome las ganas de girarme hacia él. Si lo hacía, quedaría atrapada para siempre en su fría mirada, y no habría vuelta atrás.
Así me quedé, acurrucada en la pared mirando al suelo y temblando, submergida en un torrente de sensaciones que me bloqueaba la mente y me convertía en un objeto autómato cuya finalidad era manternerse alejado de aquél individuo. Pero no podía correr, mi cuerpo no me obedecía.

Tres metros a mi izquierda él seguía observándome, erguido y tieso, con los puños cerrados con fuerza y sudorosos. Sentía su mirada posada sobre mi cabeza.
¿Qué estaría pensando? Si me giraba, ¿qué encontraría en sus ojos?
Llevábamos así media hora, sin mediar palabra, metidos en un callejón oscuro al asilo de la lluvia.
Mis cabellos empapados eran acantilados para las gotas suïcidas, igual que mi nariz, mis labios, mi barbilla... Me pesaban los ojos. Mis pestañas, cunas de làgrimas, temblaban al ritmo de mi cuerpo, que se resentía del frío. Pero no había forma de escapar de allí; su presencia me mantenía firme en el suelo, como si él fuera un imán, y yo su contrario.
¿Por qué no me dejaba marchar? ¿Por qué yo no podía levantarme e irme, diciendo adiós con la mano, dándole la espalda y alejándome por el estrecho callejón, submergiéndome en las tinieblas de la noche? ¿Por qué?
De repente se apoderó de mi una oleada de fúria, que me hizo fruncir el ceño y enseñar los dientes.
¿Qué hacía allí plantado? ¿Por qué no decía nada? ¿Por qué yo no tenía el valor de mirarle a los ojos?
¿Quién diablos le dijo que podía atraparme con su red?
¿En qué estaba yo pensando cuándo lo consiguió?
¿Y por qué no podía ahora deshacerme de sus ataduras?
La ira iba en augmento. Empezaron a salir de mis labios silenciosos gruñidos de rabia, y noté la sangre hervirme en el pecho. Ahora sí, ahora sería capaz de levantar la cabeza.
Y eso hice.

Sí lo hice...
Sí...

Satine, petitpierrot

1 comentario:

  1. Con miradas de hielo una no puede hacer otra cosa que sacar bandera blanca y rendirse a los encantos.

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